LA
Z Y EL LUCHADOR
CRONICA BASADA
EN HECHOS REALES DE LA GUERRA EN UCRANIA
DIA
1. EL REGRESO
Sus
pasos cansados hacen crujir el pasto seco y aplastado.
El
humo de la vieja refinería lo hace detenerse. Olfatea que hubo un ataque por el
humo que respira.
Nicolai
viene cansado de caminar desde la frontera, luego de detenerse en más de 20
controles.
Mira
a su alrededor y la ciudad tiene un aire surrealista, con barricadas y tanques
quemados.
Las
calles vacías la hacen parecerse a un cementerio. Ciudad
que parece sacada del Infierno de Dante.
Podría
haberse quedado donde estaba, en un lugar de confort, pero volvió a Lviv para
luchar por su nación invadida por los rusos.
Mira
el edificio de apartamentos donde vivía, destruido y oscuro, con un velo
ceniciento, fantasmagórico.
De
pronto, un ruido lo ensordece. Son las sirenas que hacen correr a la gente. Y
Nicolai no es la excepción.
Todos
corren rápido hacia los refugios. La sirena anuncia un toque de queda.
Hace
un mes atrás paseaba a su perro por estas calles, sin siquiera pensar que la
guerra llegaría a su ciudad y que alteraría su rutina.
Baja
rápido las escaleras, y se encuentra con otros refugiados. Entre ellos están
sus padres.
Más
tarde tiene que ir a entrenarse, pues es un civil y nunca antes tomó un arma en
sus manos. De paso, verá a algunos vecinos del edificio.
Recuerda
que apenas se supo que las tropas se acercaban acompañó a su mujer y sus hijos
hasta la frontera, donde un tren los llevaría a Varsovia.
Ahora
regresó a dar pelea al enemigo y a acompañar a sus padres, que no quisieron
huir.
La
oficina de la multinacional donde trabajaba cerró sus puertas por las sanciones
de Estados Unidos.
DIA
2 . EL DESAPEGO
Despierta
con gritos de hombres y mujeres. Recuerda
que es el día para ir de nuevo a entrenar. Ahora que sabe empuñar el arma, debe
aprender a dar en el blanco.
Hay
militares vigilando las calles. Las autoridades desconfían de todos, los miran
como son sospechosos y espías.
Ingresa
al gimnasio presuroso para no llegar tarde. Ingresa a la clase de tácticas. La
primera clase fue un teórico.
El
arma es similar a la que le darán cuando vaya al campo de batalla.
Aún
cree escuchar el ruido de un misil, cuando huían de la ciudad. Que cayó cerca
de la iglesia, destruyendo un depósito de combustible.
Ahora
sólo piensa en su familia y una lágrima corre por su mejilla, la que retira
rápidamente. Ayer habló con Irina por teléfono y sabe que ella y sus hijos
están bien, aunque extrañan bastante al padre y los abuelos, su hogar, barrio y
amigos. Están en un refugio elemental sin calor de hogar ni comodidades.
Rusia
ha invadido su país, su democracia, luego de poseer Crimea en 2014 y ahora
quiere invadir todo su territorio soberano.
El
genocida quiere anexarse Ucrania, país rico en cereales, gas y punto
estratégico en el Mar Negro, con puertos importantes.
Pero
deberán enfrentar a la Resistencia ucraniana, un ejército de milicianos,
civiles y mercenarios que llegan al país para apoyarlo en la lucha.
DIA
3. EN EL CAMPO DE BATALLA
Nicolai
se viste de prisa. Le cuesta ponerse las botas. Respira con dificultad.
El
espejo le muestra un rostro irreconocible, con el ceño fruncido y la frente
sudorosa.
Pues
ese día comienza su misión en la Resistencia.
Por
sus conocimientos en comunicaciones estará controlando el uso de drones, en una
zona apartada de Lviv.
Drones
que enviarán para destruir tanques rusos, que están a unos kilómetros.
Tripulados
con chicos inexperientes, que demoran en avanzar por el barro y el terreno
desigual, lo que es ventajosos para que la milicia prepare las barricadas.
Fuma
un último cigarrillo. Se va con su mochila con un grupo de guerrilleros en un
camión. Con otros dos voluntarios bajarán al terreno con drones, mirarán
coordenadas en el PC para que lleguen a su objetivo exacto.
A
lo lejos cae un helicóptero y la visión del fuego lo paraliza. Pensó que el
problema era en Donbás pero la guerra se extendió a otras partes del territorio
llegando a su ciudad.
Muchos
pueblos han sido destruidos y mucha gente ha muerto, en especial en Mariupol.
Millones de personas han huido más que nada mujeres y niños. Otros ya no
volverán. Hay vecinos que ya no podrá saludar.
Su
abuelo, que luchó en la Segunda Guerra Mundial contó alguna vez sobre la
crueldad de la guerra. Pero el relato es diferente ahora. No es una anécdota,
es una cruda realidad que afronta, para poder salvar a su familia y
coterráneos.
Sueña
con volver a abrazar a sus hijos y su mujer.
Pero
ahora se concentra en la misión, abre sus ojos y un punto oscuro se ve en el
horizonte. Se esconde detrás de una roca. Sus compañeros hacen lo mismo. De
pronto corre hacia la arboleda, mientras se acerca la brigada rusa.
Se
concentra y prepara el lanzamiento desde su consola. Su dron es pequeño, cabe
en una mochila, pero tiene un gran poder de destrucción.
Agradece
la donación de Erdogan –Pdte. Turco.
El
tanque se detiene. El dron lo alcanza y las llamas lo cubren. De pronto, sale
un soldado, algo agonizante. Se arrastra por el camino untuoso de barro…y por
una cámara infrarroja lo ven fugarse hacia la arboleda, a metros de Nicolai.
El
escenario reproduce una película de Mad Max mezclada con un poema de
Baudelaire.
A
lo lejos, caen otros tanques. El paisaje rural se siembra de horror y humo.
El
hombre nervioso y sudoroso toma el arma con sus manos grandes y apunta a un
grupo de hombres bajo la arboleda. Son soldados rusos que bajaron de un tanque
y se reúnen con otros que salen de un búnker y que parecen planear un ataque
con misiles.
Nicolai
apunta, pero de pronto, deja caer su arma. Sus ¨objetivos¨ son alcanzados por
otras balas. Se escucha el estruendo y ve caer cuerpos.
Uno
de ellos levanta las manos, y se entrega. Es un prisionero más.
Más
tarde en el pueblo a este hombre le
ofrecen té caliente y lo dejan llamar a su familia.
La
guerra letal cobra un rostro más humanizado, como una ironía del destino.
En
otro lugar más cruel lo atarían para torturarlo.
Nicolai
conoce a su gente, son todos como hermanos, y detestan la violencia.
Le
dicen que los rusos abandonaron Kiev, al menos por el momento.
Dejando
a su paso destrucción y muerte.
Violando
todo derecho humano.
Dejando
cuerpos de civiles tirados en las calles.
Nicolai
va al búnker a ver a sus padres. Los dos lo abrazan deseando que esta pesadilla
termine.
Pero
sólo es un primer round.
La
estación de tren está dañada. Ve cajas de proyectiles tirados. Hay búnkeres
abandonados por los rusos, con botas y uniformes tirados. Hay restos de comida
y medicinas. Insuficientes para la dieta de soldados hambrientos. Que como
duendes robaban comida en casas del pueblo. Casas abandonadas algunas.
Extrañando
su magro pero seguro salario. Ahora atrasado en meses.
La
zona ahora parece un paisaje lunar lleno de cráteres. Pasa un perro buscando a
su dueño. La gente teme pisar la tierra por las minas, que pueden estallar en
cualquier momento.
Se
respira caos, angustia, pero a 38 días de ocupación hay una tregua, falsa señal
de nuevos ataques, que emulan el Infierno de Dante.
Pero
en la tierra del siglo XXI. Repitiendo al Siglo XX. Y luego de una larga
pandemia de 2 años, provocada por el coronavirus.
Aún
sigue el toque de queda y hay muertos en ambos bandos, cuyos cuerpos son recogidos
par aun entierro decente. Otros se entregarán al frente ruso. Y algunos ni se
reportan, ni los reclaman.
En
el 19 expulsaron a los rusos de Lenín. Pero hoy no es tan fácil mantener tropas
y territorio.
DIA
FINAL. POR FIN EN CASA
Esa
noche Nicolai toma lentamente su sopa ¨borsch¨. No sabe cuándo volverá el
enemigo. Mira su arma aún reluciente.
Le
da más brillo, y su acero reluce aún más.
El
futuro es incierto. Decide vivir el ahora, olvidando por un rato la guerra fría
y de aire imperialista.
Suenan
las campanas de la catedral. Es la hora de la misa.
Nicolai
acude con sus padres. En la plaza izan la bandera bicolor celeste-amarilla.
A la que todos veneran y juran defender con
su vida. Hombres y mujeres valientes que no temen al enemigo.
Saben
que les llevará meses, pero esperan ser libres…para volver a ser el pueblo que
eran.
La
cúpula de la catedral reluce, por ahora, como relucen los rostros de los que
cantan el himno nacional.
Nicolai
sabe que si muere por su país será leyenda…un mártir más que desafió el
destino.